La huelga de 1961 fue el principio de la lucha para impedir que el gobierno de Fondizi empezara el desguace de los ferrocarriles, al empezar aplicar el plan del ministro Acevedo que implicaba cierre de talleres, galpones, reducción de personal y demás ítems. El 27 de octubre empezó la huelga, hasta el 10 de diciembre.
Durante esa huelga que duró 42 días, la mayor parte de los ferroviarios adhirió y durante ese tiempo se dedicaron a conseguir otros trabajos, yo me dediqué a pintar sillas en Comercial, otros buscaron trabajo en el puerto, en la construcción, de serenos.
Pero hubo algunos que siguieron trabajando en el galpón, durante esos días alistaban locomotoras para correr trenes de emergencia, y eso lo hacían fuera de su tarea específica, hacían el trabajo del personal que estaba en huelga.
Por eso, cuando se levantó la huelga, no la pasaron bien: todos los días les colocaban fardos de pasto en la puerta de la oficina, engrasaban con bleque los picaportes, un día les cortaron los mamelucos, también, a uno de ellos que venía en moto, le pusieron azúcar en el tanque.
Con las bocinas de las diesel tocaban y vos escuchabas car ne ro car ne ro, tocaba la bocina, capaz de dos o tres máquinas; o de las culatas de la Baldwin les tiraban tuercas y tornillos a la ventana de la oficina, el carpintero no daba a basto a colocar vidrios en la puerta de entrada.
Tanto tanto que tuvieron que desaparecer por tres meses del galpón de locomotoras, fueron a trabajar a otras dependencias, hasta que se aplacó todo. Pero quedó mucho resquemor entre la gente.
A mí, igual, no gustaban mucho esas cosas.
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